El entorno también cuenta historias. La naturaleza, en especial, puede despertar emociones profundas.
Un río que fluye, el crujido de las hojas, el aroma de una flor, el viento frío en la cara… esos detalles sensoriales tienen el poder de transportarnos.
Si escribís fantasía, usar estos elementos puede potenciar lo mágico y lo simbólico.
La luna, la lluvia, la bruma, los árboles, el fuego: todos pueden reforzar el tono y el clima de una escena.
Preguntate: ¿qué siente mi personaje al estar en ese lugar?
¿Le da paz, miedo, nostalgia?
Conectar ambiente y emoción puede hacer que una escena cobre una fuerza inesperada.