Las cosas bonitas de la vida
La fantasía épica tiene algo que me sigue hechizando desde siempre: la capacidad de llevarnos más allá de lo posible, a mundos donde las reglas se reinventan y la imaginación es soberana.
Como muchas lectoras, mi entrada a este universo fue en la infancia, cuando descubrí las historias que combinaban magia, valentía, criaturas asombrosas y escenarios inolvidables. Para mí, Harry Potter fue una puerta. Luego vinieron otros mundos: El Señor de los Anillos, Los Confines, y sagas menos conocidas pero igualmente poderosas.
La fantasía no es solo evasión: es una forma de mirar la realidad desde otros prismas. Puede contener amor, miedo, lucha, poder, pérdida y esperanza… todo eso pero envuelto en símbolos, arquetipos y mitologías propias. Y en su mejor versión, nos conecta con algo profundamente humano.
Creo que la fantasía épica nos enseña que no hay que esperar una carta de Hogwarts para vivir algo extraordinario. A veces, basta con abrir un libro y dejarse llevar.
O como me gusta pensar:
“Ojalá siempre tengamos un rato para irnos al mundo de la fantasía… y volver antes de la cena.”