El conflicto es el corazón de toda historia. Sin conflicto, no hay movimiento, no hay cambio, y sobre todo… no hay interés.
Para construirlo bien, empezá por preguntarte: ¿Qué quiere mi protagonista? ¿Cuál es su objetivo? Y luego: ¿Qué obstáculos se interponen en su camino?
El conflicto puede ser externo (una guerra, un enemigo, una situación peligrosa) o interno (una duda, un miedo, un trauma). Lo importante es que esté presente desde el principio y se mantenga vivo durante toda la historia.
Un conflicto bien trabajado evoluciona, se intensifica y empuja al personaje a tomar decisiones. Es la clave para que el lector quiera seguir leyendo.