Si querés que tu historia se quede en la mente (y el corazón) del lector, necesitás personajes que generen emoción.
La clave está en la profundidad: creá personajes con motivaciones reales, miedos auténticos, contradicciones, deseos intensos.
Cuanto más complejos, más fácil será que alguien se identifique con ellos.
Pero además de darles una buena historia interna, mostrá sus emociones.
No digas “estaba triste”; mostrá cómo aprieta los puños, cómo evita mirar a los demás, cómo su voz se quiebra.
La emoción entra por los sentidos y se transmite en gestos, palabras y silencios.
Cuando un lector siente junto al personaje, lo recuerda para siempre.