Un buen personaje cambia. No es el mismo al principio que al final de la historia.
Esa transformación puede ser interna, externa o ambas. Lo importante es que se note.
Mostrá ese proceso a través de decisiones, acciones y diálogos.
No hace falta decir “maduró” o “aprendió una lección”; tiene que verse en lo que hace, en cómo reacciona, en lo que elige.
El crecimiento debe ser gradual, con avances y retrocesos. Como en la vida real.
Un personaje que evoluciona deja huella en quien lo lee.