Un personaje perfecto no emociona. Puede ser fuerte, valiente, inteligente… pero si no tiene defectos, no es real.
Los defectos no son fallas de escritura: son puertas a la profundidad emocional.
Pensá en tus personajes como personas: tienen miedos, se equivocan, se contradicen. Y eso está bien. Es lo que los vuelve humanos y cercanos para quien lee.
Dale a tu personaje algo con lo que luchar: una herida del pasado, un rasgo molesto, una debilidad que deba superar. Ver cómo se enfrenta a eso es lo que hace crecer la historia… y al personaje.